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MAESTROS EN LA CONFECCION DE TRAJES DE LUCES

En la región Puno, existen más de medio millar de artesanos dedicados a la confección de trajes para los danzantes que participan en la festividad de la Virgen de la Candelaria y otras celebraciones patronales. Un grupo es heredero de la tradición; otros aprendieron este arte.
Son días agitados en Puno, donde se celebra la Festividad de la Virgen de la Candelaria. Pero nada se compara con el estrés de los días previos a las celebraciones. Es algo que solo conocen los presidentes de conjuntos, los alferados, danzarines, músicos y confeccionistas de trajes.
En la Casa Luminar, un grupo de jóvenes trabajan intensamente para poner el toque final a los trajes del caporal, que lucirán sus cautivadores diseños en terciopelo, matizada con fina pedrería, hilos dorados y plateados.
“Estamos agilizando la forma de producción en serie, pero sin perder la calidad de su diseño y bordado”, refiere Javier Quisbert, promotor y propietario de la Casa Luminar, instituida en 1950. Él representa a la tercera generación de bordadores de la ciudad de Puno.
Es el maestro y emprendedor del arte de bordado de trajes de luces. Se trabaja incansablemente para mantener la cultura viva, y transmitir sus conocimientos a las futuras generaciones, así como lo heredó de su abuelo y de su padre.


De caporales a achachis
Los trajes que confecciona se caracterizan por la elegancia y vistosidad. Su especialidad es la confección de ropa pesada para caporales, reyes morenos, achachis y diablos. “Nuestros trajes llevan la marca Luminar y vestimos a conjuntos prestigiosos”, refiere.
Entre sus exclusivos diseños resaltan la máscara de “moreno con cuerpo de pez”, la cornucopia que representa a la abundancia y el cóndor andino que simboliza la eternidad del día y la noche.
Cuenta que el lago Titicaca es su principal inspiración: los trajes que confecciona llevan los colores de sus aguas azules. “Se dice que nuestra morenada significa los peces del lago Titicaca”, explica Quisbert mostrándonos su característico diseño de rostro de moreno con cuerpo de sirena, que lleva la capa del caporal.
Explica que el traje del caporal pesa 14 kilos. En el pasado, el traje del danzante de la diablada o rey moreno llegaba a pesar 25 kilos. Hoy los trajes de estreno pueden llegan a costar hasta 600 soles en alquiler. Pero si uno quiere adquirirlo, deberá pagar entre 1,800 y 2,000 soles.


Técnica ancestral
Simón Nawincha es otro de los artesanos puneños más requeridos por parte de los danzantes de la festividad de la Candelaria, su especialidad es la confección de trajes de diablada y caporal.
Es uno de los pocos bordadores que aún preserva la técnica ancestral. A los 7 años de edad inició su pasión por el arte de los bordados a mano, en la casa de bordados de Guillermo Machicado, a quien considera su maestro y mentor.
Fue profesor en una escuela del distrito de Capachica (provincia de Puno) y solo trabajó dos años porque su pasión por el arte de los bordados hizo que abandonara la carrera magisterial, para dedicarse al oficio que más le gusta y se ha convertido en un próspero empresario. Hoy administra y dirige la Casa de Bordados San Simón.
La confección de trajes de luces se ha convertido en una alternativa de emprendimiento, los artesanos dedicados al rubro de bordados trabajan durante todo el año, “ni bien acaba la fiesta, los presidentes de conjuntos nos vienen a buscar para firmar el contrato”, señala Simón Nawincha, indicando que los días previos a la fiesta el trabajo es duro e intenso.


Bordando entre barrotes
Un centenar de internos del penal de Puno también son expertos en confección de trajes para los danzantes de la festividad de la Virgen de la Candelaria. Ellos bordan diversas figuras inspiradas en el simbolismo andino y occidental, dando los vistosos trajes de morenos, diabladas, kullahuadas y caporales.
“Ni bien acaba la festividad de la Candelaria, los presidentes de los conjuntos vienen a firmar el contrato. Primero diseñamos los nuevos modelos y luego empezamos con la confección de trajes”, refiere Teófilo Calsín.
Edgar Larijo heredó de su padre la habilidad en el bordado de trajes. Por situaciones de la vida ingresó al penal de Puno, y ahora comparte acá su conocimiento con una veintena de internos. Él se especializa en la confección de trajes de morenos.
Este año, con su equipo de trabajo se encargaron de vestir al famoso conjunto de morenada Laykakota. El taller de bordados del penal de Puno tiene, oficialmente, más de un año de funcionamiento y ha logrado consolidarse rápidamente en el mercado local, cubriendo la demanda no atendida por los talleres de bordados de la región Puno.
“La meta este año es doblar la producción para que el interno tenga mayor ingreso económico”, sostiene Juan Herrera Chávez, director de Inpe Puno. Se busca convertir, en el corto plazo, al penal de Puno en el centro piloto de confección de trajes de luces.





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